03 octubre 2006

El pintor de batallas (Arturo Pérez Reverte)

Este es el libro en que Pérez Reverte pone, en cifra, su visión del mundo, del hombre, de Dios. Es decir, de sí mismo.
El personaje es claramente autobiográfico: un fotógrafo de guerra que se retira para pintar un cuadro que represente y resuma de manera diacrónica y sincrónica todo el horror de la guerra. Supone que esa guerra particular y geográfica a la que él ha asistido no es más que un símbolo de todas las guerras y de toda La Guerra.
Pero la guerra nunca es La Guerra. La guerra es dolor humano y, como tal, existencial, único, irrepetible.
Por eso, esa guerra concreta, se le presenta de improviso en su lugar de aislamiento. Se personifica en un combatiente a quien había fotografiado.
Ese encuentro, ese diálogo es todo el libro.
Y en él se le hace patente que no hay catarsis para quien vivió todo el dolor humano. Que no es posible quitárselo de encima.
El Dolor lo interpela: ante él no hay simples observadores, siempre se es protagonista.
Esta novela es, sin dudas, la mejor creación de Pérez Reverte.
Es un libro desesperanzado. Inspiradamente desesperanzado.
Una gigantesca reflexión sobre el dolor que no encuentra explicación.
La visión de Job que interpela a Dios. Pero de un Job que no cree en Dios; y que (quizás precisamente por esta incredulidad) no obtiene respuesta.
Por eso este libro es un retrato sangrante del hombre moderno. Pero del hombre moderno en estado puro, sin esa blanda indiferencia que se ha sabido crear para ocultar al mundo y sus crueldades.
Es la perspectiva de un hombre que no ve (no puede ver) el sentido de la creación ni lo irreparable de la Caída.
Por eso, el dolor se le antoja a la Nada.Y tiene razón.