Del lado de Swann (Marcel Proust)
En una película (no recuerdo el nombre, pero que era una de las tantas reinterpretaciones hollywoodenses de Pigmalión) ambientada en los grupos intelectuales norteamericanos, la protagonista se desloma leyendo y tratando de entender “La democracia en América” para congraciarse con la sociedad culta en la que la han insertado para descubrir, con sorpresa, que allí todos hablan de ese libro pero, en realidad, nadie lo ha leído.
Se da cuenta entonces que el libro en cuestión no es más un libro: es un símbolo. Y como símbolo, representa algo que no es él mismo, significa otra cosa. Así, en la película representa el poderío americano, la “american way of life”, pero nadie le importa lo que, en realidad, se dice en él. Lo importante es que un señor europeo, en los albores del pueblo norteamericano, predijo su vocación de potencia mundial. Lo demás es hojarasca.
Lo mismo ocurre con Le recherche du temps perdu (así, en francés: queda más “intelectual”), con el agravante de que poca gente sabe de qué se trata. Sólo es un símbolo de la literatura de uno de los países mas “literatos” de Europa. Y está muy bien visto citarlo, alabarlo y, por supuesto, deslizar (sin decirlo) que se lo ha leído y “entendido”.
Hoy día, todo el que se precie de intelectual progre tiene que leerlo... o al menos decir que lo hizo.
En fin, es una obra con buen marketing. Creo que debe ser por el título, no neguemos que está bien elegido.
Con todos estos prejuicios, leí este primer tomo “El lado de Swann”.
La novela en cuestión es larga, larguísima. Dudo que la termine alguna vez. Pero, hay que reconocerlo, es buena.
Tiene, eso sí, esa cadencia, esa predilección por detenerse en las descripciones durante páginas y páginas (impacientes abstenerse).
Pero es buena.
Es, sobre todo, buena por lo obvio, por lo básico y elemental de las situaciones que describe. El lector se encuentra pensando: “esto es exactamente así, así es como me siento, esto es lo que pienso ante estas situaciones; ¿Por qué no se me ocurrió a mí?.
La autojustificación de Swann al saberse manipulado por su amante, o la perspectiva infantil de la relación con la madre y con el primer amor, son simples pero brillantes.
No es un libro de grandes mensajes o grandes enseñanzas. Es un gran libro sobre pequeñas situaciones de la vida corriente. Situaciones que (y esto es lo que lo hace atractivo) suceden más o menos igual sin importar el tiempo ni el espacio.
Creo que me animaré al segundo. Paso a paso.
Se da cuenta entonces que el libro en cuestión no es más un libro: es un símbolo. Y como símbolo, representa algo que no es él mismo, significa otra cosa. Así, en la película representa el poderío americano, la “american way of life”, pero nadie le importa lo que, en realidad, se dice en él. Lo importante es que un señor europeo, en los albores del pueblo norteamericano, predijo su vocación de potencia mundial. Lo demás es hojarasca.
Lo mismo ocurre con Le recherche du temps perdu (así, en francés: queda más “intelectual”), con el agravante de que poca gente sabe de qué se trata. Sólo es un símbolo de la literatura de uno de los países mas “literatos” de Europa. Y está muy bien visto citarlo, alabarlo y, por supuesto, deslizar (sin decirlo) que se lo ha leído y “entendido”.
Hoy día, todo el que se precie de intelectual progre tiene que leerlo... o al menos decir que lo hizo.
En fin, es una obra con buen marketing. Creo que debe ser por el título, no neguemos que está bien elegido.
Con todos estos prejuicios, leí este primer tomo “El lado de Swann”.
La novela en cuestión es larga, larguísima. Dudo que la termine alguna vez. Pero, hay que reconocerlo, es buena.
Tiene, eso sí, esa cadencia, esa predilección por detenerse en las descripciones durante páginas y páginas (impacientes abstenerse).
Pero es buena.
Es, sobre todo, buena por lo obvio, por lo básico y elemental de las situaciones que describe. El lector se encuentra pensando: “esto es exactamente así, así es como me siento, esto es lo que pienso ante estas situaciones; ¿Por qué no se me ocurrió a mí?.
La autojustificación de Swann al saberse manipulado por su amante, o la perspectiva infantil de la relación con la madre y con el primer amor, son simples pero brillantes.
No es un libro de grandes mensajes o grandes enseñanzas. Es un gran libro sobre pequeñas situaciones de la vida corriente. Situaciones que (y esto es lo que lo hace atractivo) suceden más o menos igual sin importar el tiempo ni el espacio.
Creo que me animaré al segundo. Paso a paso.