02 febrero 2006

Pilares de la Tierra (Ken Follett)

Siempre he tratado de evitar los best sellers. No por esnobismo intelectualoide o por alguna suerte de rebeldía contra el status quo editorial.
Ocurre que los popes de este género manejan la trama y la acción con indiscutida habilidad (“luces de artificio” dirán algunos. Y es cierto. Pero ¡que deslumbrantes!) y sus libros atrapan irremediablemente. Pero estos libros son cáscaras vacías, puros malabarismos escriturarios.
Esto, de por sí, no es malo: mucha de la literatura “seria” es así.

Mi problema es otro.
Es un problema, digamos, de “magnitud”.
Me quedan muchas cosas por leer, demasiadas. Y cosas buenas. Y la vida es corta. Ergo, no me puedo dar el lujo de estar perdiendo “tiempo de lectura”.

¿A qué viene esta digresión?. Es que Folett es un típico autor-best-seller; su especialidad son las novelas de espías y los policiales al mejor estilo cine norteamericano.
Por eso, y con estas prevenciones encaré la lectura (en vacaciones, es decir, en esos momentos en que uno se permite ciertas licencias) de este extenso libro (mas de mil páginas).

Y, hoy, mi conclusión es que, si Folett va a perdurar en la historia de la literatura lo hará por esta novela y no por las otras decenas que ha escrito y escribirá.
En primer lugar, el tema es –según él mismo confiesa– enteramente extraño a su “especialidad”: la novela trata sobre la construcción de una catedral, en plena Edad Media.

Es interesante en este sentido (no lo pase de largo) el prólogo. Relata los motivos que lo impulsaron a emprender una novela sobre un tema absolutamente extraño a su “idiosincracia”. Y sus razones se resumen, simplemente, en una: la imborrable impresión que le causaron las catedrales europeas.

La novela, tiene dos aspectos que se entrelazan. En primer lugar, la “trama” en sí, la historia de los personajes (son varios: un abad, dos hermanos nobles caídos en desgracia, un “maestro constructor “ y su peculiar familia, un obispo, la malvada familia noble de la zona) y, subyacente a ella, la trama histórica de la Inglaterra del siglo XII.
Para los aficionados a la Historia son interesantes otros aspectos secundarios: el funcionamiento e influencia del clero en general y los conventos en particular en la sociedad medieval, la importancia de los mercados en el origen de las ciudades, la “ascensión” social por medio de la caballería; y, “last but not least”, el insospechado mundo de la construcción de una catedral, los métodos que se utilizaban, la evolución de estilos arquitectónicos, la organización del trabajo, los gremios, los problemas y vicisitudes.
Esto último, de por sí, vale la novela.

¿Críticas?. Sí, muchas.
La típica estructura maniquea de las novelas ligeras (los “buenos” son absolutamente bondadosos y los “malos” infinitamente malvados), la simplona pedagogía de la “tolerancia” como único valor moral, la excesiva truculencia en la descripción de las escenas de sexo y violencia.

¿Algo para destacar? Sí, también: el capítulo sobre el asesinato de Thomas Beckett y las reflexiones del abad sobre el poder del pueblo y de la fe contra la tiranía de los hombres de armas.