12 abril 2006

Esplendor de Portugal (Antonio Lobo Antunes)

El tópico de la reunión que nunca llega a producirse y de todos los hilos del destino que, por ese desencuentro, no llegan a tenderse no es, por cierto, un tema nuevo.
Cercano a la literatura, pero mas común en el cine y el teatro, este tema es casi infinito: el encuentro irrealizado es disparador de múltiples relatos.
De esto trata esta novela.
Tres hermanos que no se juntan en una cena navideña. Tres hermanos que no se ven ni quieren verse. Y que, en el devenir de la trama, argumentan y detallan sus razones.
De allí, tres voces interiores disparadas por esa invitación. Y una cuarta, la madre, que -valga la paradoja- asiste mentalmente a ese desencuentro.

La prosa de Lobo Antúnes es curiosa. Una rara variación de aquella que critiqué aquí.
Poblada de repeticiones casi obsesivas, se parece mucho al decurso laberíntico de la mente.
Esto, por supuesto, hace a la novela algo agobiante; especialmente para quienes estén (¡para quienes estamos!) acostumbrados a la estructura “clásica” de la novela de acción, en la que los sucesos ocurren de manera mas o menos cronológica, y la percepción mental de los personajes es una irrupción excepcional en la línea argumental.

Más allá de esta observaciones “estéticas” (si es que esta palabra puede usarse, validamente, en este caso) hablemos de la trama, del contenido de esta novela.
La trama es oscura y truculenta. Los protagonistas acumulan, y relatan, y sospechan desgracias y mas desgracias.
Sus vidas están en un punto en el que no ven mas que pesadillas. Se han convertido en pesadillas... vivientes. Todo lo que podía haber salido mal, salió peor.
Es un recurso literario efectivo hacer de un personaje o de un grupo de personajes el arquetipo de cierta realidad que el autor quiere mostrar. Así, por ejemplo, el autor "toma" una familia y atribuirle a sus integrantes virtudes y vicios que son el signo de los vicios y virtudes de todas las familias "reales" de esa clase y condición.
Pero este caso es, en cierto sentido, al revés. En efecto, toda familia tiene sus desgracias, sus secretos inconfesables y sus miserias. E inventar una familia para mostrar esta realidad es, como dije un excelente recurso (aunque a veces puede resentirse un tanto la "credibilidad" de los personajes).
Pero Lobo Antunes fuerza aquí la nota.
Esta familia no tiene una desgracia arquetípica.
Las tiene todas juntas.
Todas.