20 septiembre 2006

August Eschenburg (Steven Millhauser)

Este es un libro alegórico.
Ergo, la mejor manera de recomendarlo, de recomendar un libro alegórico es haciendo explícita la alegoría.
Y, a quien le interese el tema, que se haga cargo.
La susodicha alegoría, en este caso, es simple.
El personaje es un artista (a decir verdad, constructor de autómatas del siglo XIX; pero esto es anecdótico), y los pocos personajes que intervienen en la novela (novela corta o cuento largo, que es más o menos lo mismo) representan las posibles actitudes frente al hecho artístico, frente a la obra de arte y al arrebato artístico: El que ve nada mas que ocasión para el negocio; el que ve l’art pour l’art, el que ve lo artístico pero no olvida (o no descuida) lo comercial del arte.

Los personajes (o mejor: lo alegorizado por ellos) están magistralmente pintados. Por eso, el lector indefectiblemente coincide y simpatiza cuando cada uno de estos paradigmas personificados expone sus razones.

Hace mucho que no leía algo tan bueno.

Pero, lo dicho: el que le interese el tema, que se haga cargo.