29 septiembre 2005

Una histora de la lectura (Alberto Manguel)

No es casualidad que empiece con este libro. De hecho, la idea me surgió a raíz de su lectura. Es más, el nombre de esta página lo saqué de él (la palabra viene de Richard de Bury, que cuando terminó de escribir su libro explicó que “como su tema principal es el amor a los libros, hemos decidido, a la manera de los romanos antiguos, bautizarlo cariñosamente con una palabra griega Philoblon”).
El autor es, de por sí, un personaje. Un judío argentino–canadiense que vive actualmente en una pequeña aldea de Francia y cuya iniciación literaria la signaron las lecturas que Borges le encomendaba, ya ciego.
Una historia de la lectura es un buen libro. Y punto. Nada más.
Tiene un gran comienzo y un gran final. Pero en el medio de pierde, se diluye. Los capítulos son largas descripciones de personajes o situaciones que, supuestamente, llevan a alguna conclusión. Y es así, pero la consabida conclusión se apura al final del capítulo, en dos o tres párrafos mal masticados.
Pero vale la pena.
En primer lugar, porque para los amantes de la lectura el tema es especialmente original y atrayente: la historia de los lectores. Una historia que es a la vez cronológica y vivencial.
En segundo lugar porque el libro parece tener una encomiable tarea de investigación de fuentes, de extracción de datos interesantes, curiosos y divertidos.
Si tiene tiempo, léalo.

27 septiembre 2005

Inauguración

Esta página, subsidiaria de esta otra, tiene una intención un tanto desprolija: registrar sin demasiado método ni cronología mis impresiones sobre los libros que vaya leyendo. No tiene, entonces, demasiado interés "bloguero"; si se entiende por "bloguero" esa curiosidad malsana por saber algo de otros que no conocemos, o esa curiosidad (esta sí sana) por aprender de las opiniones y comentarios de quienes les hemos concedido nuestro respeto y credibilidad.
Sin embargo, para algún eventual lector, conviene apuntar algunas advertencias.
1. Las lecturas a las que estoy acostumbrado (y no creo que cambie a esta altura de mi vida) son eminentemente desprolijas, es decir, paso sin solución de continuidad de novelas a ensayos filosóficos, de obras de teatro a ficciones políticas, etcétera, etcétera. Por supuesto que nada es casual por lo que cada lectura tiene algún punto de contacto (tenue a veces, más evidente otras) con el anterior y el subsiguiente.
2. Leo cualquier cosa, sin importar autor, nacionalidad, posición filosófica. Como es evidente, yo sí tengo una postura bien definida en estos tópicos y, como el lector en cierta manera construye lo que lee, mis comentarios partirán desde esa base y los libros los leo bajo ese cristal.
3. Evitaré comentarios sobre dos clases de lecturas: a. las vinculadas a mi profesión (que, en algunos -poquísimos- casos pueden tener interés general, pero no quiero "caer en la tentación" de desmadrar la idea original de este blog; b. los libros de poesía. Son motivo y ocasión de Cuaderna, por lo cual reseñarlos aquí sería tautológico. Aunque a esta excepción le cabe una excepción: cuando el libro de poesía lo lea como una integridad, con un único sentido (hay libros que son así: sin contar los obvios como, por ejemplo, el Martín Fierro o la Divina Comedia, hay otros libros poéticos que tienen una sustancia medular que lo unifica, como si fuera una novela).
Sentadas estas advertencia, de aquí en adelante, eventual lector, sométete a lo que venga.